Entre las causas más reconocidas de la adicción a las redes sociales se encuentran la baja autoestima, la insatisfacción personal, la depresión o hiperactividad e, incluso, la falta de afecto, carencia que con frecuencia los adolescentes tratan de llenar con los famosos likes, sentirse inquieto si no se tiene el smartphone a mano, sentir la necesidad de compartir cualquier cosa de la vida diaria. De hecho, muchos jóvenes los buscan casi compulsivamente para experimentar una intensa —pero siempre breve— sensación de satisfacción que, sin embargo, puede ser contraproducente al hacerlos dependientes, a la larga, de la opinión de los demás.
El perfil mayoritario del adicto es el de un joven de entre 16 y 24 años. Los adolescentes son los que tienen mayor riesgo de caer en la adición, según los expertos, por tres motivos fundamentales: su tendencia a la impulsividad, la necesidad de tener una influencia social amplia y expansiva y, finalmente, la necesidad de reafirmar la identidad de grupo.
Como en todas las adicciones, prevenir es más fácil que curar. En este sentido, existen algunas prácticas sencillas que resultan muy efectivas para evitar que un uso excesivo de las redes sociales acabe desencadenando dependencia. Entre las más efectivas se encuentran las siguientes:
- Establecer un tiempo mínimo de 15 minutos entre conexión y conexión.
- Prescindir del móvil en momentos clave del día (desayuno, comida o cena).
- Deshabilitar las notificaciones automáticas.
- Poner el móvil en silencio y no utilizarlo ni como reloj ni como despertador para evitar la tentación.
- Marcarse un tiempo mínimo al día para hacer actividades completamente desconectadas —como practicar deporte, leer o escuchar música—.
- Reducir el número de amigos en redes sociales.
- Eliminar aplicaciones y abandonar grupos de WhatsApp prescindibles.