Por: Sergio Brito
Lo que fuera una fábrica textil, hoy alberga lienzos, esculturas y productos artesanales de grandes artistas que habitan en San Miguel. El Centro Cultural de Arte y Diseño, La Aurora, que se ha develado como uno de los principales atractivos de la ciudad de San Miguel de Allende, tiene un gran motivo de festejo: sus primeros doce años de historia.
Tras haber sido durante nueve décadas un motor importante para el sector laboral en la industria textil, los muros de La Fábrica Aurora mutaron para albergar en ellos, lienzos y productos artesanales a cambio de los telares que en sí ya le habían brindado fama y reconocimiento.
De esta manera en el año 2004, bajo el auspicio de Don Francisco Garay y con la iniciativa y el valor creativo de Christopher Fallon, Mary Rapp, Merry Calderoni y DeWayne Youts, artistas norteamericanos llegados a la ciudad para reflejar sus experiencias a través de la maestría del pincel, la escultura y el diseño, se abrieron los primeros talleres de lo que a la postre se convertiría en un centro cultural para las artes.
Desde entonces se han sumado a los corredores de la fábrica, galerías de arte contemporáneo, tiendas de muebles de diseño y decoración, así como de antigüedades, joyerías, mantelería y blancos, restaurantes y lo que quizás sea el atractivo principal del lugar: los estudios-galería, que brindan al día de hoy el magnífico color que atrae a sinnúmero de sanmiguelenses, turistas y cuanta persona que muestre afecto por lo artístico.
“El carácter de la fábrica hoy en día es creado por los artistas que se han ido reuniendo aquí, desde los iniciales que llegaron como Christopher Fallon, quien estuvo muy involucrado en los principios de la fábrica, en los conceptos y en la remodelación de sus espacios. Por ello creo que la fábrica ha ido adoptando las personalidades y la creatividad de la gente que se ha ido reuniendo aquí”, menciona el Lic. Francisco Garay, hijo de Don Francisco quien fuera propietario e impulsor de la Fábrica.
Un paseo por La Aurora conlleva a múltiples escenarios. Desde el sencillo deleite de dedicar una tarde a recorrer sus andadores y estudios abiertos, por entre pinturas, antigüedades, libros y esculturas, hasta la posibilidad de encontrarte frente a frente con algún artista en pleno intercambio de ideas y opiniones al momento en que se degusta algún platillo en las cafeterías del lugar, o mientras se arrojan a golpe de trazos a la conquista de sus lienzos.
Mary Rapp, escultora establecida en La Aurora desde su inauguración como centro de artes refiere, “los muros de mi estudio aún conservan las marcas de las máquinas de cuando era la fábrica, esas marcas que en si considero arte. Algunos de los artistas que estamos aquí realizamos el estudio abierto, cada uno con sus horarios que pueden revisar en la página web, donde las personas que lo deseen pueden vernos en nuestro proceso de creación”.
Aquí, reconocidos artistas nacionales y extranjeros entroncan con más de una década de historias del lugar, donde han sabido encontrar un espacio para desarrollar su creatividad y exhibir su obra. La atmósfera que confiere La Aurora ha invitado a nuevos creadores a sumarse a los pasajes de este escenario, donde talentos distintivos del arte como Peter Leventhal, Juan Ezcurdia, Ricardo García y Santiago Corral, dedican ahora parte de su trayecto a plasmar aquí sus dedicaciones. Asimismo la visión e interpretación de escritores como Edward Swift, que se tomaron la libertad de dilucidar las paredes de la fábrica como páginas, y de esta manera hacerla propia para inspirarse a la creación de sus memorias. Finalmente, con la afinidad y el calor de centenas de familias que cada semana visitan los diversos espacios que conforman el centro cultural.
Son doce años de que La Aurora reabrió sus puertas, ahora convertida en centro de arte y diseño. Del esfuerzo de la Familia Garay sumado a la visión inicial de autores por explorar las arterias de la fábrica íntimamente ligadas al artista, surge este proyecto que divisa ahora los frutos de su entrega. Años de escenas cuyos protagonistas, pintores, escultores, galeristas e invitados, proyectan en el rostro del otro la inspiración adecuada para llevarse de este lugar el recuerdo de sus obras. Esa esencia que combina la identidad artística de una ciudad y el referente inmediato para sus turistas.