Por: Irma Prado
Padre, hace mucho que no me has querido hablar, así que decidí escribirte esta pequeña carta, espero que la leas con mucha atención, pues en esta carta dejaré que se exprese de manera completa y abierta mi alma.
Quiero contarte lo que siento y pienso respecto a ti, papá, quiero desahogarme; animarme de una vez a decirte como me duele no haberte tenido, porque aunque intenté superarlo es tan difícil olvidar que te olvidas de mí, que no estás y que nunca estuviste, que todas las inseguridades o al menos muchas de ellas se deben a tu ausencia.
Siempre fui buscando imágenes paternas pero sabía que cada uno tenía sus hijos, que yo solo era el sobrino o el amigo del hijo, pero no su hijo, era tuyo y no me sentía parte de tu vida.
Me es tan difícil hablarte de esto sin llorar, sin que me tiemble la voz y sin sentir que quizás te exijo demasiado, pues a veces pienso también que hiciste lo que pudiste aunque eso no haya sido mucho.
Los miedos más terribles son los de pensar «quien me va a querer si tú que deberías de quererme, ni te preocupas por mí».
Y haberte pedido tantas veces que me llames para mi cumpleaños y no lo hacías, decirme que ibas a cambiar y no lo hiciste.
En ningún proyecto de mi vida estuviste, que ni sabes quién soy porque no me conoces, porque nunca tuvimos una charla que hiciera que nos conozcamos más, que te pudiera contar que me encanta cantar, que la música es mi cable a tierra, que tengo amigos que me consideran una buena persona, que tu hijo es una buena persona.
A veces me pregunto ¿Por qué nunca asumiste tu rol de padre? ¿Acaso no sabes que te necesito? Que vivo esperando algo, lo más mínimo de tu parte y sigo con el alma vacía, con tanta incomprensión sobre como son los sentimientos recíprocos de un padre y un hijo.
Que extrañas son algunas formas de querer, si es verdad; cuando una vez me dijiste «te quiero, hijo». Si supieras el dolor que siento, creo que no podrías continuar viviendo, sabiendo que fue por tu causa.
Pero bueno, es lo que hay, y lo más triste de todo, triste para mí, no para ti, es que el día de mañana cuando te sientas solo te vas a acordar de que tienes un hijo, vas a golpear mi puerta y te voy a atender, porque yo, gracias a Dios y a la vida, no soy como tú; pues la vida me enseñó a amar, aunque tu no me lo hayas enseñado y por más que he necesitado tu amor y tu atención; no me los diste como yo lo quería. Pero haber vivido esto me enseñó a dar lo que me sea posible.
Te repito una vez más: Cuando necesites de mi vuelve a buscarme pues yo estaré esperando ese día y no te negaré la atención y el cariño que durante tanto tiempo tú me negaste a mí.
Perdóname si alguna de las palabras que he dicho te ha ofendido, esta no ha sido exactamente mi intención al decirte lo que acabo de haber escrito; espero que me comprendas y puedas hablar algún día conmigo pues aún te extraño y quisiera que formemos una verdadera relación de padre a hijo.
REFLEXIÓN ACERCA DE ESTA HISTORIA:
Los padres tenemos que ser un ejemplo de amor y de paternidad para nuestros hijos, pues aunque muchos no lo sabemos estos pueden estar sufriendo a causa de la necesidad de amor nuestro que sienten en sus corazones.
Seamos buenos padres los cuales den mucho amor a sus hijos para que ellos tengan bastante autoestima y siempre se sientan queridos; pues si no logramos darle el amor que ellos necesitan, se sentirán siempre inseguros y creerán que no merecen amor de parte de los demás.
Cada padre es responsable de que su hijo crezca sin ningún problema emocional o sentimental pues serán las malas acciones de cada padre las que causaran muchos de los problemas más grabes de cada hijo.
Un padre tiene la obligación de instruir bien a su hijo; pues si no lo hace este hijo podría ser mal encaminado por otras personas.