“El regalo más grande es dar una parte de ti mismo”
Quiero confesarles que soy una persona muy despistada y olvidadiza; como con déficit de atención aunque Pato diga que por ser auto-diagnóstico no vale.
Me cuesta mucho trabajo poner atención a los detalles y las películas las olvido en cuanto dice FIN.
Pero lo que sí recuerdo con fidelidad es haber sostenido una pasta y un cepillo de dientes para obsequiarlos a un abuelito que estaba acostado en una cama de un asilo; ver su sonrisa entre las líneas de su cara me hechizó.
Tengo grabado el olor de aquella habitación, los colores y esa sensación de amor en su rostro.
Mi tía Irma Ramos fue quien me inscribió junto con sus hijos Mayra y Aarón a un programa de la iglesia donde nos llevaban a visitar asilos y orfanatorios. Fue impactante pero agradezco el obsequio de hacerme más sensible ante la vida de otros.
Más allá de la definición que le demos, la generosidad reside en una actitud compasiva que nos permite vincularnos a través del amor con quienes nos rodean.
Dar sin esperar un beneficio o recompensa y simplemente movidos por el deseo de beneficiar y auxiliar a otros; esto es ser generoso.
¿Y qué podemos dar?
Siempre, siempre hay algo que ofrecer.
Cada día podemos practicar e ir ejercitando el ser generosos con actos sencillos pero significativos para los demás como puede ser una sonrisa que genere aceptación en el otro, un silencio que evite una discusión, un buenos días que haga sentir que estamos para alguien, responder un mensaje y preguntar con amor: “¿En qué te puedo ayudar?”.
Cuando compartimos sin el temor de perder aquello con lo que contamos se genera un flujo de abundancia en nuestras vidas. E insisto, no se trata solo de objetos materiales,es dar amor, escucha, atención, presencia y de nuestro corazón y alma.
Ralph Waldo Emerson