Cuando un ser querido fallece terminan sus sufrimientos, al menos los de su vida en la tierra. Pero quienes continúan viviendo se enfrentan a violentas emociones. La psique de la persona se desestructura por lo que las esferas de su vida se ven fracturadas física, emocional, social y espiritualmente.
No lidiar con nuestras emociones nos deja psicológicamente estancados, incapaces de cambiar y crecer. Permanecer anclados a la ira, la depresión o la culpa surgidos durante el duelo, sería como tener una herida abierta en la piel que continúa sangrando.
El proceso de sanar sucede gradualmente.
La curación se da mediante el trabajo de duelo lo que implica moverte, expresar, experimentar, sentir, llorar, a través de esto te recuperaras.
No se puede abordar pasivamente.
Sobrevivir al dolor no significa no extrañar a quien murió. Esta persona permanecerá en tus recuerdos para siempre, sin embargo su papel en tu vida será diferente.
El proceso de duelo tiene un curso progresivo y al final de tu actual dolor sobrevivirás, y con el tiempo volverás a experimentar la alegría de vivir.
Las experiencias dolorosas en nuestras vidas propician nuestra maduración, nos volvemos seres más sensibles, mas empáticos y más trascendentes.