Por: Rene Muñoz
Se promocionaban bajo el argumento de que serían menos nocivos para la salud y que servirían como tratamiento para personas que querían dejar de fumar. Sin embargo, los cigarrillos electrónicos no solo son tan adictivos como el tabaco, sino que cada vez están enganchando a más adolescentes al hábito de fumar.
Estos productos “van dirigidos con frecuencia a niños y adolescentes en las promociones de las industrias tabacaleras e industrias conexas que los fabrican, mediante miles de aromas atractivos y afirmaciones engañosas”, afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su último informe publicado en 2021. Los niños que vapean, como se denomina al uso de estos dispositivos, tienen hasta el triple de posibilidades de acabar fumando en el futuro, según el organismo internacional, que recomienda a los gobiernos que los regulen para impedir que el hábito de fumar vuelva a normalizarse en la sociedad y para proteger a las generaciones futuras. La venta o distribución de cigarrillos electrónicos está prohibida en 37 países, entre ellos Argentina, Colombia, México, Nicaragua, Panamá, Uruguay, Venezuela y Brasil.
Pero esto no impide que estos productos lleguen de contrabando y sin ningún control sanitario.
“Si no nos ocupamos de este problema ahora, el uso de estos dispositivos tiene todo para convertirse pronto en una epidemia”, ha dicho Scholz a André Biernath, del servicio brasileño de la BBC.
La cardióloga señala que, desde la aparición de las primeras versiones hace unos 20 años, estos dispositivos siempre se han promocionado bajo el argumento de que son menos nocivos para la salud.
“Todavía se dice que, como no tienen combustión y no producen humo, estos aparatos supuestamente son más seguros”, explica.
Ingredientes nocivos
Scholz señala que, además de no cumplir las promesas terapéuticas, los cigarrillos electrónicos pueden ir en sentido contrario y ser perjudiciales para la salud, y llama la atención sobre tres de los principales ingredientes que aparecen en estos dispositivos: propilenglicol, nicotina y sustancias aromáticas. El propilenglicol funciona como una especie de vehículo, capaz de diluir y transportar la nicotina por nuestro organismo.
La nicotina, por su parte, es una sustancia psicoactiva que se encuentra originalmente en el tabaco, lo que provoca una dependencia muy fuerte. Durante el uso de los cigarrillos electrónicos, se inhala por la boca, pasa por los pulmones, cae al torrente sanguíneo y acaba en el cerebro, donde provoca una sensación momentánea de bienestar.
Por último, están las sustancias aromáticas, que imitan los más diversos olores, desde la menta hasta las natillas.
Scholz señala que estos tres ingredientes pueden presentar riesgos para la salud de diferentes maneras.
“Para empezar, los olores hacen que estos dispositivos sean socialmente más aceptables. Después de todo, el olor a menta, miel o fresa es mucho más agradable que el de los cigarrillos convencionales”.
Y ese atributo, argumenta la doctora, aumenta la curiosidad y quita el miedo a un público más joven, que desde niño está acostumbrado a oír hablar de los efectos nocivos del tabaquismo “tradicional”.
“El propilenglicol, por otro lado, se usa ampliamente en la industria alimentaria, y la gente simplemente asumió que, dado que es seguro consumirlo en los alimentos, no hará daño cuando se inhale”, dice.
“Pero no tenemos suficientes estudios al respecto, sobre todo porque estos dispositivos hoy en día traen tantos aditivos que no tenemos una idea exacta de las reacciones químicas que se dan allí, a una temperatura alta”.
“Y ya hemos visto algunos estudios que han detectado sustancias cancerígenas en la vejiga y la orina de los usuarios de cigarrillos electrónicos”, agrega el especialista.
Para cerrar la lista, no podemos olvidar la nicotina.